Mi hijo tiene una suerte increíble y yo también. Él por
tener un papá al 100 y yo por tener un compañero que se ocupa y se dedica a su
familia.
Leo muchas veces, en mis tribus virtuales, de papás que se
desconectan de la paternidad y la dejan en manos de la madre, seguramente
porque “son las mamás” o porque tienen las tetas nutricias, no lo sé bien.
También leo a mamás que reconocen a sus parejas como papás al 100 pero que
creen que cumplen con su obligación, y me pregunto: No ven el amor, el esfuerzo
y la dedicación?.
Yo no sé si mi compañero cumple con su obligación o no. Pero veo que
lo que hace lo hace también por placer, el placer que ha ido descubriendo al
ser padre, padre de nuestro Damián.
Es verdad que al principio, al enfrentarnos con este niño
ultra demandante, estaba igual de despistado y desesperado como yo. No acogió
inmediatamente mi idea de crianza con apego, porque no la conocía y porque no
tenía ese sentimiento de conexión con el bebé y ese “instinto” que la
maternidad te desarrolla, tampoco estaba pasando por la ráfaga de emociones
hormonales que yo tenía y que me hacían querer tener al niño en brazos para
evitar sus lloros y que me hacía salir corriendo a atenderlo ante su primer
“ay!”, pero luego se dio cuenta que era la mejor manera de criar a nuestro
hijo, porque así estaba más tranquilo, y me apoyó al 100.
Pues así, juntos, nos embarcamos en este estilo de crianza,
capitaneados por nuestro chiquitito, que con sus intensas reacciones nos guia
y nos hace saber que vamos por el buen camino.Entonces, este es un tributo para ti, compañero, y para todos los papis al 100. Respetuosos e involucrados en la crianza de sus hijos.
Para ti, compañero, hombre al 100 y ahora padre al 100.
Para ti, compañero, que has sabido esperar con paz-ciencia y
amor tu turno, para que tu hijo te dijera “papá”, te mirara … y por fin! quisiera pasar tiempo también contigo.Para ti, compañero, que has sabido esperar tu turno para que ahora que, con un poquito más de tiempo, pueda dedicar también a ti mis miradas, mis sonrisas y todo mi amor.
Para ti, compañero, que no saliste corriendo al descubrir la cantidad de desvelos que nuestro cachorro traía consigo, como me hubiese gustado hacer a mí, si no fuera la madre.
Para ti, compañero, que aceptaste meter en nuestra cama a un
tercero, hijo de nuestro amor, aunque con ello implicara que tuvieses que
dormir casi sin moverte, sin hacer ruido, y en el borde de la cama.
Para ti, compañero, que me apoyaste siempre con la lactancia
materna y sigues haciéndolo, porque sabes que es lo mejor para nuestro cachorro.
Para ti, compañero, que lees, confías y aplicas todo lo que
te envío sobre Crianza con Apego.
Para ti, compañero, que también llevas en brazos a nuestro
niño, cuando te lo pide. Aunque sé que preferirías llevarlo siempre en el
carrito.
Para ti, compañero, que te quedas limpiando cada noche,
porque también debemos cuidar el hogar donde vivimos.
Para ti, compañero, que no nos dejas solos en la cama para
poder dormir mejor en la habitación de invitados, porque te gusta sentirnos
cerca durante la noche y compartir nuestro nido.
Para ti, compañero, por levantarte a traerme agua, pañales,
papel, y lo que sea, las noches que lo necesitamos.
Para ti, compañero, que has aguantado estoico mi cansancio,
mis cambio de humor y mis “rabietas”, sin dejar de amarme.
Para ti, compañero, que has sabido esperar el retorno gradual
del deseo a nuestra relación. Por reconocer que también estás demasiado cansado
para el sexo, y por asumir formas más femeninas de intimidad.
Para ti, compañero, que entiendes y apoyas mis decisiones,
como no querer dormir en casa de tus padres porque estamos muy incómodos.
Para ti, compañero, que no quieres amoldar a tu hijo al
común de los niños, y lo aceptas y amas tal como es.
Para ti, compañero, por enseñarle a hacer “como el indio”,
porque le prestas tus cosas, le cantas “el
barquito chiquitito” y muchas cosas más.
Para ti, compañero, por convertirse en su mejor compañero de
juegos y de risas, porque te gusta salir con él en vuestros paseos de padre –
hijo, porque no paras de cantarle y contarle cositas cuando lo bañas, lo vistes
y lo acompañas a cenar
Para ti, compañero, por estar ahí, siempre ahí, y preferir
nuestra compañía a la de los demás. Renunciando, muchas veces, a ver a tus
amigos porque tu corazón siente que no ha pasado tiempo suficiente con nosotros.
Para ti, compañero, porque a pesar de estar tan cansado como
yo no has perdido la ilusión y, de vez en cuando, me propones celebrar, con un
vinito, el hecho de estar juntos y amarnos, y acompañar así nuestra cena rápida de
ensalada y bocadillos.
Gracias a tí por ser un padre al 100 y un compañero insuperable.
Como el mío, tengo la certeza de que hay muchos compañeros y
padres al 100, tan anónimos como él, que se merecen un reconocimiento y un
espacio en nuestro blog. Gracias papás al 100 por estar siempre ahí!! Por hacer que los escollos de la crianza sean más felices de sobrellevar.
MR
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