martes, 2 de junio de 2015

10 cosas que no debiéramos decir a nuestros hijos

Conversando con una amiga muy querida, hablábamos de algunas cosas que dicen los padres y las madres, y del trasfondo que pueden tener y de cómo realmente repercuten en nuestro comportamiento de niños y de adultos.

Están tan arraigadas a nuestra cultura que nosotros, nuestros padres, nuestros abuelos mas de alguna vez nos lo han dicho.
 
Leyendo más sobre el poder del lenguaje y el tener cuidado con lo que sale de nuestra boca, llegué a una lista de frases (por supuesto hay más)  que te cuento en este post que no debiéramos decir a nuestros hijos, porque dañan y hieren.
 
Los niños ven a sus padres como la máxima expresión de amor y de seguridad, somos el centro de su mundo y todo aquello que venga de nuestra boca, ya sea positivo o negativo,  los marcará para siempre

1. A ver, yo lo hago por tí.

Vemos a nuestr@ hij@ luchando por hacer alguna actividad, empezamos a perder la paciencia y lo único que se nos ocurre es terminarlo por ellos. Si siempre tomamos el control de lo que los pequeños hacen ¿Cómo aprenderán y cómo confiarán en sus capacidades? Por supuesto, es importante acompañarlos en la tarea si los vemos muy complicados, pero no hacerlo a un lado para acabar de una vez por todas lo que no pueden hacer.

Lo ideal sería guiarles y mostrarles la tarea de una manera más adaptada a sus capacidades y habilidades, aumentando poco a poco del nivel de dificultad, para que se vean capaces de lograrlo y logren confianza en sí mismos.

2.¡L@s niñ@s (buenos, bonitos, valientes, etc.) NO lloran!

Llorar es un acto absolutamente natural. Significa que algo pasa, que hay un sentimiento desagradable que molesta, pena, dolor, frustración, angustia, etc . Cuando nuestro hijo llora debiera sentirse libre de hacerlo, de expresar sus sentimientos sin ninguna represión. Decirle que no llore, o que cuando esta llorando no lo quieres o que se ve feo es errado, ya que le estas diciendo es que no tiene derecho a llorar y que cuando se siente triste o enojado no es digno de tu amor, ademas de que estas mostrando que no se debe expresar sentimientos. Llorar es normal, nuestro deber es aceptarlo y ofrecer nuestro consuelo en todo  momento. 
 

3. ¿Por qué no me saliste como tu hermano (primo, vecino, amigo, etc.)?

Comparar a los hijos es un error muy común y una de las cosas que más pueden marcar a un niño.  Creo que no hay nada que pueda hacer sentir más mal a un niño que ser comparado con su hermano o con otros niños de su entorno. En lugar de hacer comparaciones debemos celebrar su singularidad y cada uno de sus logros.

4. Espérate que tu padre (madre, abuelo, etc.) llegue a casa.

Esto lo recuerdo de mi infancia como si fuera ayer. Si mi madre no podía controlarnos, siempre nos “amenazaba” diciendo que esperaríamos a ver las consecuencias en cuanto papá llegara a casa. Por un lado, esto da entender que no tenemos control de la situación, y por otro, lado si queremos dar un ejemplo o explicar la consecuencia de algún acto no correcto a los niños, simplemente pierde sentido al tener que “esperar” que alguien mas lo haga después.

5. No pasó nada, estás bien.

Oigo a cada momento que cuando nuestros hijos se dan un golpe, por ejemplo, tendemos a decir “no pasó nada”. ¡La verdad es que sí pasó algo! No podemos negar un hecho que ha pasado frente a nuestros ojos, sin importar que haya sido un golpe/susto/miedo pequeño. ¿Qué mensaje estamos dando en realidad? Por un lado, que lo que le paso no fue gran cosa cuando para nuestro hijo si lo fue y a su vez le muestras la  negación de las cosas.


En este caso, es importante validar la experiencia de tu hijo y sus sentimientos consecuentes, consolarlo y apoyarlo.

 


 

6.  ¡Eres un tonto! (o tu amigo, mi jefe, mi vecina, mi madre, etc. es un tonto).

Si no queremos que nuestros hijos aprendan a subestimar a otros, a llamarlos tontos u otras cosas, no descalifiquemos nunca frente a ellos a otras personas. Mucho menos si esto se refiere a su padre o un ser querido. Y nunca jamás nos refiramos sobre ellos mismos con palabras hirientes o despectivas. No queremos dañar su autoestima ni que aprendan a descalificar a los demás.

7. No hay razón para tener miedo.


Si en un momento dado tu hijo siente miedo, pues sí hay razón, aunque a ti no te lo parezca. Para nuestros hijos siempre hay razón válida para tener miedo a ciertas cosas, personas o experiencias desconocidas. Decirles que no tengan miedo es negar los hechos y sus sentimientos nuevamente y no ayudara a evitarlo. Tal vez ayudará a que en el futuro, prefiera no confiarte sus experiencias y sentimientos. En vez de negar su emoción respetemos su deseo de no acercarse a algo o alguien, por ejemplo, y conversemos acerca del miedo para poder superarlo juntos. Así le demuestras que aceptas sus emociones y que eres digno de su confianza.
 

8. También te odio.

Llegará un día que, muy probablemente, nuestros hijos enfadados nos dirán un “te odio mamá”. Lo peor que podríamos hacer es responder inmaduramente “yo también te odio”. Aprovechemos el momento para dejar un mensaje de amor y mejor responder con un “yo te amo de todas maneras, aunque estés enojado conmigo. Cuando quieras conversamos ello.

Con ello le demostrarás tu amor incondicional y que aceptas y validas sus sentimientos y emociones, ya que todos tenemos derecho a estar enojados y decir alguna tontería de vez en cuando, aunque no por ello perderemos el amor de los demás.


9. Se hace así porque yo lo digo.

Los adultos creemos que tenemos la razón y la verdad absoluta. Lo que pueda decir un niño queda invalidado solamente porque es un niño. Los subestimamos. Este cliché simplemente no sirve de nada, porque para un niño no significa nada. Al no haber una explicación real de fondo y al escuchar también sus argumentos son como palabras al viento. Además, el hecho de no validar sus ideas, pensamientos y opiniones, los descalifica como personas y, por ende, daña su autoestima y confianza en nosotros y su entorno.

10. Cállate!.

Sea lo que sea lo que digamos gritando, suave, o de la forma que sea, decirle a un niño que se calle es humillante y honestamente una forma cruel de hablarle. Con ello estamos invalidándolo como persona, herimos su estima, sus sentimientos y su confianza. Le enseñamos que no tiene nada interesante que decirnos y que no nos interesa escucharlos.


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