“Hasta los tres años los niños necesitan a mamá por montones y
mientras más segura es la relación que sienten con la madre, más conductas de
protesta presentan cuando ella se va y más conductas de compensación cuando
ella vuelve (quieren pasar todo el rato encima de ella), lo que algunas
personas malinterpretan diciendo que el niño está mimado, enmadrado, malcriado,
etc. No, este niño está creciendo sanamente.”
Mamás al 100
Desde nuestro
punto de vista la respuesta al dilema “Guardería, ser o no ser” sería
claramente NO SER, y optar por otras alternativas de guarda para nuestro hij@ pequeñ@,
donde la primera y principal sería mamá (o figura de apego).
¿Por qué?
Porque como decíamos en un post anterior el niño hasta los 3 (mínimo) no está
psicológicamente preparado para soportar largas horas de separación de su
cuidador principal, hasta obtener un apego seguro y haber pasado exitosamente
por las etapas de “angustia
de separación” (proceso psicológico que se da a partir de que los niños
empiezan a gatear, en momentos en el que el bebé o niño ve peligrar la relación
con la figura de apego, lo que puede provocarle inseguridades, ya que se da
cuenta que mamá puede ir y no volver).
“En
los menores de tres años, cuanto mejor es la relación con la madre, más se
altera la conducta del niño tras la separación. Los niños maltratados o
ignorados en su casa, apenas lloran cuando los separan de sus familias.
Pero eso no significa que toleren mejor la pérdida, sino que ya no tenían casi
nada que perder. No muestran la respuesta normal de un niño sano de su edad.
En
cambio, entre los niños de cinco a ocho años, aquellos que han tenido una más
sólida relación con la madre, los que recibieron más mimos y pasaban más tiempo
en brazos, son los que mejor soportan la separación. El estrecho contacto de
los primeros años les ha dado la fuerza necesaria para soportar la separación” (Carlos González citando a
Bowlby)
No es raro que las madres que
trabajábamos, antes de serlo, tengamos que retomar nuestras actividades
laborales tempranamente, ya que en la mayoría de los países el permiso maternal
es extremadamente corto, tres, seis meses, y en países más adelantados en
interés por el bienestar de sus ciudadanos puede llegar a dos años. Claramente
la inversión a futuro, creando personas seguras y felices no es rentable
(además, me imagino, que llegar a criar muchos ciudadanos seguros, estables
emocionalmente e inteligentes puede
resultar peligroso).
En Alemania, donde solo el 6% de los niños menores de 3
años acude a guarderías infantiles y en Suecia las madres tienen un año y medio
de permiso por maternidad, mientras las madres en España disfrutamos de apenas
4 meses para atender a nuestros hijos
Rosa Jové da una idea al gobierno español por ejemplo,
para conciliar la vida de madre y mujer trabajadora “La conciliación de la vida laboral y familiar es una ley
que tiene un nombre muy largo pero muy poco contenido. En los países
escandinavos hay dos años de baja maternal. Aquí dicen que no hay dinero para
eso y se ponen a construir más guarderías. La guardería es un mal menor, atenta
contra la salud de los niños, porque muchos se ponen enfermos y, si se quedaran
en casa, eso no pasaría tanto. Pero, claro, muchas madres quieren(o necesitan) ir a
trabajar. ¿Cómo lo arreglamos? El otro día calculé cuánto cuesta una plaza de
guardería por niño al mes. Hay que contar el personal, los materiales, la luz,
la calefacción, etc, pero también el edificio. Cada plaza sale por una media de
2000 euros al mes. Creo que el Estado debería darles a las madres un cheque de
1500.-€ al mes por cada niño y que cada madre pudiera decidir si se lo gasta en
la guardería, en una canguro (niñera) o
si le compensa dejar de trabajar para cuidarlo ella. Eso sí, todas las
guarderías deberían tener una “tarifa plana” de 1500 euros. Así se gastaría lo
mismo que se está gastando ahora pero las madres tendrían más opciones”
Pero hasta que la realidad no
sea otra, no nos queda más que volver al trabajo llegado el momento (para
algunas antes y para otras después) y de buscar un cuidador para nuestro bebé.
Recomendaríamos que si la
familia se puede “dar el lujo” de apretarse el cinturón un tiempo para que la
mamá (o el papá, quien sea la figura de apego principal que suele ser la mamá y
si da tetita con mayor razón) no trabaje durante los primeros 2 o 3 años de
vida del niño, lo haga. O si no puede dejar el trabajo por completo, pero se
puede permitir disminuir jornada, que no lo piense más.
Este último es nuestro caso, yo
no podía dejar de trabajar por razones económicas, pero apretándonos podemos
vivir con la mitad de mi sueldo, así que dicho y hecho. Los primeros 15 meses
trabajé media jornada (4 horas diarias de trabajo, 5 de separación efectiva con
mi bebé, incluidos los trayectos)
De todas maneras, cuando mamá
retoma el trabajo total o parcialmente, habrá que dejar con alguien al bebé.
Ojalá fuera siempre posible dejarlo con un pariente cercano que ya lo conozca y
lo quiera, como unos abuel@s, ti@s, etc.
Muchas familias pudiendo, prefieren
prescindir de esta opción porque les da vergüenza “molestar” o “abusar”. Sin
embargo, es probable que haya algún pariente, sobre todo abuel@s que estén
dispuestos y felices de hacerlo. Así tienen más tiempo para ocupar en una tarea
feliz que les alegre el alma y el día.
Entonces, para no “abusar” de
la buena voluntad de los abuel@s, se puede llegar a un acuerdo con ellos y
ofrecerle alguna ayuda a cambio, sea económica (lo mismo que pagarías a la
guarde por ejemplo) o en servicios para ellos, como cortar el césped los fines
de semana, ayudar en tareas de bricolaje, etc. cualquier tarea que les resulte
complicada de realizar y que les evite un gasto económico.
Para quienes los familiares, abuelos,
tíos, no son una opción ya que por lejanía no es posible, porque están muy
ocupados, porque no quieren, o porque no les parece que la educación y cuidado
que le van a dar al niño no es lo que quisieran para él/ella, la tercera opción
sería una niñera que se encargue del cuidado del bebé de manera exclusiva.
Claro que ésta es una
posibilidad para bolsillos más holgados a quienes les compense depositar una
gran parte de su sueldo la cuenta de la persona que cuidará al niño y aun así le
quede un remanente importante en las arcas de la familia. Si no es así, no
tendría sentido ya que para ello uno de
los padre se dedicaría al cuidado de su hijo, ¿no?
Solemos decir y pensar que
nuestros hij@s son nuestro tesoro y lo mejor que nos ha pasado en la vida (lo que pensamos nosotras, al menos). Entonces
lo lógico es querer asegurarnos que quien los va a cuidar sea la persona más
adecuada para ello. Si no puedo ser yo
misma, mi marido, mis padres o hermanos, me aseguraré de tener las mejores referencias de
la niñera o niñero, que sea alguien bien recomendado, mejor si es alguien a
quien conozca de antes y que mi bebé conozca y que necesite trabajar.
Lo ideal sería también
invertir en el sueldo del cuidador desde un mes o dos antes de la separación
para que madre y niñer@ cuiden junt@s al niño, así se establece una rutina concertada
y el bebé ve que existe confianza con esa persona, que no es completamente un
extraño y que se quedará con alguien a quien mamá concoce.
Y como cuarta y última opción,
dejamos el tema inicial de este post: la guardería.
Las guarderías, en la
actualidad, están pensadas como un negocio más que para prestar una solución
efectiva a las necesidades de cuidado de un bebé.
En España la ley permite que
una sola cuidadora se haga cargo de 8 bebés (menores de un año), con lo que el
tiempo real se le pasa entre dándoles de comer y cambiándole los pañales.
¿Qué atención personalizada a
las necesidades de cada uno de los bebés que atiende puede dar? ¿Qué programa
de estimulación real se puede aplicar en este panorama? Mucha gente cree que
las guarderías son mejores que los cuidados en casa, porque estimulan a los
bebés. Dudo que sean más estimulantes cognitivamente que lo que en casa la
familia pueda realizar en su vida cotidiana.
Para Carlos González “Es antinatural que los niños vayan a la
guardería y sus padres les vean solo dos o tres horas al día … Las
madres se separan de sus hijos demasiado pronto, cuando aún no están
preparados, y luego esos niños que no han visto atendidas sus necesidades
afectivas no se van de casa hasta los 35 años”.
Y para el segundo y tercer año
la cantidad de niños permitidos en el aula aumenta a 15 y 22 por cuidadora, si
no me equivoco. Mucha gente cree que la guardería es buena porque los niños aprenden
a socializar. Con esta cantidad de niños, ¿es realmente posible que la
cuidadora esté ocupada de lo que socializa y cómo socializa cada niño? Lo más
probable es que juegue y se pegue igual que lo haría en el parque con otros
niños. Caerse y pegarse con otros es más frecuente que ocurra estando en la
guardería que estando en el parque, ya que en este último suele haber una mamá
por cada 1,2 o 3 niños, no para 15 ni 22.
Además, los niños no juegan
realmente de manera social hasta los 3 años, hasta aquí pueden jugar en grupos
pero cada uno a lo suyo. Entonces si es lo que queremos propiciar es el
contacto de un niño pequeño con otros niños de su edad, es suficiente con un
par de horas al día en el parque.
Sí que hay guarderías que
pueden tener hasta una cuidadora por cuatro niños, donde el cuidado debería ser
más personalizado a las necesidades de cada uno, pero esas son privadas y te
cuestan casi tu sueldo (si hablamos de un sueldo medio) con lo cual no estarías
ganando nada económicamente al dejar a tu hijo ahí y estarías perdiendo la
posibilidad de compartir tu vida diaria con él.
Aun así, si no te queda otra
opción que mandar a tu hijo a la guardería, porque no te puedes permitir dejar
de trabajar ni reducir jornada ni de pagar una niñera particular y no tienes
familia o amigos disponibles, aquí te dejamos algunos puntos a tener en cuenta
a la hora de elegir la guardería apropiada, ojalá fueran todas posibles, según
la experiencia de un grupo de mamás que criamos con apego:
Cuando la visites, que te
muestren todas las instalaciones que poseen, donde juegan, comen, duermen,
donde les preparan la comida, los baños, etc. Has varias visitas en distintos
horarios para ver su funcionamiento en diferentes horas del día.
Que te permitan visitar las
aulas “en activo” par ver el trato que dan a los niños, fíjate en las caritas
de ellos, a ver qué trasmiten.
Que los cuidadores te
trasmitan tranquilidad y confianza, “feeling”.
Permitan que el período de
adaptación sea contigo presente, poco a poco, para que el bebé vea que tú
también estás estableciendo un vínculo con la profesora y los compañeros, antes
de dejarlo ahí sin ti.
Que permitan las puertas
abiertas, es decir, que te permitan entrar hasta el aula a dejarlo cada día acomodado en
la actividad con los otros niños y no a la entrada solamente. Y que te dejen quedarte un ratos si lo deseas .
Que tengan flexibilidad en el
horario de entrada y salida de cada día: ir a dejarlo a la hora que tú decidas
e ir a buscarlo a la hora que tú decidas.
Permitan que le lleves leche
materna, si es que lo estás lactando.
Que sean capaces de brindar brazos y contención a cada niño
cuando lo reclame, incluso para dormir si lo necesitan.
Que sean claros en explicarte los métodos que tiene para
darles de comer (no forzar), hacerles dormir (horario personalizado y método
individual), jugar (respeto por los niños que no quieren participar en
actividades), paso al uso de pañal (respetuoso) etc.
Pregunta sobre el procedimiento en caso de enfermedad del
niño. Si tienen atención médica en el
lugar en caso de accidente.
Para Carlos González, como para la mayoría de los
profesionales de la crianza con apego, la guardería debería ser el último
recurso a utilizar, como guarda para tu hij@, pero si es inevitable, te recomienda
tener en cuenta la necesidad de compensación de tu hijo y seguir tu instinto ,
a través del caso de Ramón y su mamá Susana:
“La guardería es
una separación relativamente corta que se puede compensar. Ramón le está
explicando a su madre cómo compensar la separación, cómo sanar la herida: le
pide que pase con él toda la tarde, que acuda por la noche cuando él la llama
(sospechamos que preferiría directamente dormir con ella), que le lleve cuando
vaya a comprar, que le dé muchos brazos y muchos mimos. Susana podría darle
todo esto y sentirse mejor al hacerlo, y sanar también la herida que ella misma
sufre con la separación. Pero la maestra (teóricamente una experta en educación
infantil) tampoco sabe reconocer los efectos de la separación en un niño de
esta
edad,
y se ha reído del sufrimiento del niño. Susana ha tomado, trágicamente, el
camino opuesto: en vez de admitir que su hijo sufre de verdad, en vez de
apretarlo contra su corazón
y
sentir rabia contra el sistema económico que la obliga a buscar trabajo con un
niño tan pequeño, está intentando convencerse a sí misma de que el sufrimiento
de su hijo es
teatro
y sus lágrimas son de cocodrilo. Susana siente ahora rabia contra su propio
hijo, le acusa de practicar el chantaje emocional”
En nuestro caso, cuando Damián
tenía casi 6 meses tuve que incorporarme a mi trabajo, con el dolor de mi
corazón por no tener más baja maternal ni vacaciones que agregar. En aquella
época (y aún hoy) mi hijo dormía muy mal y para dormirse necesitaba relajarse
con la succión del pecho (chupete ni pensar) y despertando muchísimo. Me
preocupaba de sobre manera este tema, ya que sin mí no podría dormirse sin caer
rendido por el llanto, cosa que no quería que ocurriera. Aunque la gente me
decía que no me preocupara y que confiara en que podría adaptarse rápido,
realmente era lo que yo deseaba porque “no nos quedaba otra”
Nuestra opción tuvo que ser
guardería pública por que no contábamos con presupuesto para otra cosa, ni con
familia ni amigos “de quienes tirar”. Así que el pobre estuvo destinado a compartir los cuidados de su profesora con 7
bebés más y dormirse la siesta de la mañana de la mejor manera que la profesora
pudiera ayudarle. Lo que sí, tuve la posibilidad
de reducir jornada a la mitad y así “saltarme” una de las siestas que hacía a
su edad (una en la mañana y otra en la tarde) para que la hiciera conmigo.
Al inicio conocimos el lugar,
nos gustó, la profesora parecía simpática y cariñosa, nos aseguró que no lo
dejaría llorar desconsoladamente y buscaría alternativas para dormirlo (menos
brazos, dada la cantidad de niños que tenía que atender) en la siesta de la
mañana. Así se pasó el primer año de guardería y fueron los primeros 5 meses
que me duelen aun porque sé que no lo pasó bien durante esas siestas, aunque
quiero creer lo que la profesora decía que le ayudaba a dormir y que apenas
lloriqueaba y que después de un mes ya no lloró más. Afortunadamente con 11 meses dejó de dormir en la mañana y me
esperaba a que yo llegara a buscarlo y se dormía conmigo en el camino a casa.
Este año ya hemos prescindido
de la guardería, para regocijo de mi alma.
Mi mamá ha podido venirse de Chile a cuidar a su nieto, el tiempo que
sea necesario, y nosotros le ayudamos a sostenerse económicamente dándole el
importe que pagábamos el año pasado a la guardería. Un acuerdo en el que
salimos todo ganando. Sé que con ella está contento, bien cuidado y muy feliz.
Para socializar y jugar con
otros niños va al parque cada mañana un par de horas y cada tarde conmigo también,
es su espacio para estar con otros de su edad. Sé que come bien en casa en un
ambiente grato, la cantidad que quiera y se duerme la siesta sin llorar porque
mi mamá ha encontrado el modo de hacerlo y yo llego del trabajo antes de su
primer despertar (porque también despierta para la siesta), al llegar me
acuesto con él y descansamos un rato más los dos juntitos.
Si bien no siempre estamos de
acuerdo, con mi madre, en ciertos puntos menores de la crianza, veo que ella respeta
lo que yo digo (casi siempre, jejeje) y estoy segura que la ganancia es muchísima mayor a tenerlo otro
año más en guardería.
Para finalizar, te invitamos a
reflexionar sobre de maternidad y trabajo, con un escrito de Laura Gutman
Maternar
y trabajar
Solemos
creer que maternidad y trabajo son incompatibles. Sin embargo no importa si
trabajamos o no. Importa saber si logramos fundirnos en las necesidades de los niños pequeños en relación al
contacto corporal, el cobijo, la lactancia, los brazos disponibles, la mirada,
la quietud y la presencia durante las horas que sí estamos en casa, incluyendo
la noche. Siempre es posible seguir trabajando, si es nuestro deseo o nuestra
necesidad, sin que el niño tenga que pagar los precios del abandono emocional.
Con frecuencia, utilizamos el trabajo como refugio y excusa perfecta para no
someternos al vínculo fusional con los hijos. En cambio, otras veces, nos
lanzamos a ese misterioso universo sin tiempo y sin bordes que es el contacto
corporal permanente con los niños pequeños, sabiendo que esa hazaña es
invisible a ojos de los demás, y que en ese territorio no recibiremos
reconocimiento ni apoyo.
El
problema no es el trabajo. El problema es la vuelta a casa. Pensemos cuántos
minutos por día le dedicamos, de verdad, a la satisfacción pura de nuestros
hijos traducida en piel, olor, leche, fluidos, abrazos y palabras llenas de
sentido.
Cuando
regresamos a casa, el niño que ya nos ha esperado con infinita paciencia siente
que, ahora sí, ha llegado la hora de estar con mamá. A partir de ese momento
merece ser resarcido, colmado de caricias, tiempo, abrazos y sonrisas y también
merece recibir respuestas a sus reclamos legítimos ya que ha esperado
estoicamente el regreso de su madre. Si somos capaces de delegar todo lo demás
una vez que hemos regresado a casa, si comprendemos que no hay nada urgente más
que nutrir a nuestro bebe de caricias y leche, entonces el trabajo no será un
obstáculo para el vínculo amoroso entre la madre y el niño.
Laura
Gutman