Cuando una pareja se plantea pasar de ser a
dos a tres, lo hace con el amor que entre ellos se dedican y deseando
desbordar ese amor a otro ser.
Algo esencial es que la pareja entienda la
ma-paternidad como una opción libre, de un amor entregado,
tanto hacia el compañero como hacia el niño/a que vendrá, ante el cual tendrán
que asumir la mayor responsabilidad, ya que si bien nosotros hemos escogido
ser padres, él o ella no ha escogido ser nuestro hijo. Tenemos que ganarnos
su aceptación y amor!
Cuando
pasamos de ser pareja a ser madres y padres, todos sabemos que “todo cambiará”
en nuestras vidas. Pero muchas veces no tenemos claro, en qué cambia
realmente y cómo cambia, no nos cuestionamos que también se afecta nuestra
relación de pareja.
La
manera de estar junta de la pareja se modifica, implicando una serie de
cambios a nivel relacional, emocional, organizativo y sexual.
Durante el embarazo, las hormonas van
ayudando a la mujer a enamorarse de ese bebé y a que su instinto de madre
vaya aflorando, es decir, vamos aprehendiendo y aceptando que seremos madres,
para que el paso de mujer – pareja a madre no sea tan difícil de sobrellevar.
Un hombre no pasa por esos cambios
hormonales y esas experiencias emocionales tan fuertemente como la mujer ni
durante el embarazo ni cuando se convierte en padre.
Para un hombre, entonces
es necesario implicarse activamente, y desear hacerlo, en
su rol de padre. De este modo, comenzará a buscar información sobre la
gestación y la paternidad, de la mano de su compañera, y a rodearse de otros
padres con quienes compartir sus dudas e inquietudes sobre el futuro que le
espera. Esta actitud ayudará a que la brecha entre ma y paternidad se vaya
estrechando y la relación de pareja se mantenga unida.
Para
ello, también sería aconsejable que ambos miembros de la pareja, aprovecharan
el tiempo de espera del bebé para, además de prepararse materialmente para el
recibimiento del hij@, se informen sobre la implicancia de la paternidad y
cómo podría influir la llegada del hijo en su relación. También para
conversar sobre temas sensibles a la
nueva vida de la familia y de la crianza, como por ejemplo informarse cómo
son los bebés reales, cuál es la visión que tiene cada uno, y como pareja, de
la lactancia, el puerperio, el porteo, el colecho, los llantos, la vida
sexual, los límites a la familia extensa, etc. Esto con el fin de prepararse
y saber qué es lo que podría ocurrirles, para evitar malos entendidos o
“sorpresas” a posteriori.
Algunos
puntos de tensión en la pareja, que podrían volverse difíciles de tratar, si
no tenían claro lo que podría ocurrir son el bebé real (vs el bebé soñado),el
puerperio, el rol del padre y la vida sexual.
El bebé real.
Una
vez que el embarazo termina, ambos padres contemplan a su hij@ en la
realidad, donde los sueños y fantasías previas se confrontan con el bebé
real y poco a poco tendrán que
elaborarlas para llegar a la aceptación total del hijo, necesaria para poder
criarle con el amor y el respeto que necesita, para crecer sano física y
emocionalmente.
Este
punto, puede ser vivido de manera complicada por la pareja, y crear tensión
entre ambos, cuando el bebé real no se parece al bebé soñado. Esto ocurrirá cuando
los padres no estaban informados sobre cómo actúan los bebés y tenían la falsa idea de
que su recién nacido estaría en el grupo de niños muy tranquilos que comen y duermen y dejan tiempo
a los padres para seguir con sus tareas cotidianas o cuando los padres
pensaban que al incluir un bebé en sus vidas no necesitarían realizar grandes
cambios en su rutina.
El puerperio.
“Vamos a considerar el puerperio como el período transitado
entre el nacimiento del bebé y los dos primeros años,
aunque emocionalmente haya una progresión evidente entre el caos de los
primeros días, en medio de un llanto desesperado, y la capacidad de salir al
mundo con un bebé a cuestas” (El puerperio - Laura Guttman)
En
este período la madre entra en un universo totalmente enfocado a su hijo,
acompañado de un torrente de cambios hormonales y un cambio de carácter, que
hacen que esté más sensible a cualquier crítica o a otra mirada respecto a su
hijo y a su maternidad. Además que esta etapa se acompaña de largas horas de
lactancia materna (cuando se opta por ella) y noches sin dormir, además de la
natural ansiedad por confirmar si está actuando como “una buena madre”.
Si
el padre no es consciente de estos cambios podrá sentir que su compañera se
centra demasiado en el bebé y olvida su rol de pareja.
El rol del
padre.
El
rol del padre ahora debería redoblar, o triplicar, su cuota de amor y
comprensión hacia la madre que está viviendo un período de enamoramiento
absoluto por su hijo. Muchos padres se vuelven inconscientemente celosos y no
comprenden el hecho de haber pasado a otro plano en la vida de su compañera.
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En
este período el padre debería funcionar como un compañero interesado en ayudar
en la díada madre – hijo en todos los aspectos cotidianos de la crianza. El
bebé sólo necesita a su mamá para sobrevivir, al papá lo llamará más delante.
La mujer
necesita que las cosas sigan funcionando más o menos adecuadamente en su hogar,
para establecer un orden en su caos mental. Como ella no tiene tiempo (ni
ganas) de dedicarse a otras cosas que no sean el hijo, el papá será el llamado ,al
menos en un primer tiempo, a hacerse cargo del funcionamiento del hogar; orden,
limpieza, comida, etc.
También
tendrá el hermoso rol de ser sostén emocional para su pareja, depositario de
sus preocupaciones e inseguridades. Para ello, es necesario que se muestre
empático, seguro y empuje y apoye a su pareja en todas sus decisiones.
El Sexo.
“Sabemos que el cuerpo tarda en reacomodarse después del embarazo y el
parto, pero suponemos que pronto todo volverá a ser como antes. La mayor sorpresa irrumpe cuando el deseo
sexual no aparece como estábamos acostumbradas. Nos sentimos culpables, sobre
todo cuando el obstetra nos da el “permiso” para reanudar las relaciones sexuales”
(Sexualidad y maternidad reciente – Laura Gutman)
Al convertirnos en madres, el deseo
se va de vacaciones en la mayoría de las mujeres, de vacaciones sí, porque
vuelve pero poco a poco y muy lentamente.
Nos sentimos culpables de no
poder satisfacer el interés sexual de nuestra pareja. Sin embargo, nuestro
cuerpo no responde, ya que la libido está totalmente desplazada hacia nuestros
pechos, donde se está desarrollando una actividad sexual constante, a través de
la lactancia.
También influye que estamos más
cansadas y que nuestra necesidad de afecto ha cambiado.
Es una buena oportunidad para
nosotras y ellos, como pareja, de comenzar a explorar el lado más femenino de la sexualidad; más sensual, donde no se necesita
penetración, pero sí una enorme cantidad de miradas, roces, caricias, besos y
abrazos. También para nosotras para darnos el espacio de conocer nuestra propia
sexualidad.
“Por eso es imprescindible que feminicemos
la sexualidad, varones y mujeres, durante el período de la fusión
emocional entre la madre y el niño, es decir alrededor de los dos primeros
años. Esto nos permite gozar, y al mismo tiempo explorar capacidades de
comunicación y afecto que en otras circunstancias no hubiéramos desarrollado.
El sexo puede ser mucho más pleno, más tierno y completo si nos damos cuenta
que llegó la hora de descubrir el universo femenino, la redondez de los cuerpos
y la sensibilidad pura.” (Sexualidad y maternidad reciente – Laura Gutman)
Teniendo en cuenta todo lo
anterior, podemos ver que la relación de pareja cambia porque los afectos se
transforman y sobre todo se transforma la rutina y la organización de la vida. Se
acabaron los días tranquilos en pareja, los planes anticipados, ver una
película seguida, dormir del tirón, conversar solos, etc.
Con información, organización,
voluntad y amor, podemos hacer que todos los puntos de tensión, normales ,que la
llegada del nuevo miembro trae consigo, pasen de buena manera y que vayamos
acomodando nuestra relación de pareja, dentro de la vida familiar.
Para ello, es recomendable, que
una vez el bebé deje de ser tan demandante de la mamá y acepte quedarse a cargo
de otras personas de confianza, los padres puedan retomar su espacio, en
solitario, y salir de vez en cuando a distraerse; una escapada al cine, una
salida a pasear tomados de la mano, una cena romántica, etc.
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